La mentalidad que exhiben muchos políticos del país es fundamentalmente tercermundista porque no proyectan el pensamiento y lo que expresan públicamente más allá de su limitada y empobrecida imaginación.
No ven el presente ni mucho menos el futuro asociado a un mundo cada vez más innovador, competitivo y desafiante que requiere de mentes hábiles e inteligentes.
Es la gran diferencia con naciones desarrolladas donde el accionar cotidiano alcanza otros matices materializados en propuestas, investigaciones, aplicación de políticas y orientaciones económicas cuyo objetivo es la modernización y crecimiento de la sociedad.
Por ejemplo, ahora mismo en China, científicos de la Academia de Ciencias Agrícolas han cosechado el primer lote de arroz cultivado en el desierto, en invernaderos levantados en Xinjiang Uigur, al noroeste de esa nación.
Es un experimento que se extenderá a otras localidades del gigante asiático, lo cual además de innovador, es otro aporte al afianzamiento y crecimiento de China.
Si en América Latina, y particularmente República Dominicana, dejáramos de asumir y consumir tanta política para concentrarnos en las innovaciones e inventos que fortalezcan nuestras estructuras productivas tendríamos mucho más avance que el que tenemos actualmente.
Brindemos oportunidades a los jóvenes con capacidad tecnológica y aptitudes propias de las innovaciones para que podamos consolidar nuestro desarrollo. El protagonismo de la politiquería hay que superarlo para abrir las ventanas a otra visión de país.
Posiciones que no aportan nada
Incluso, el flujo de denuncias y declaraciones sin sentido que frecuentemente difunden las estructuras mediáticas nacionales relacionadas a posiciones de algunos políticos están vencidas en el tiempo y no aportan nada positivo al debate, solo sirven eso sí, para incentivar el morbo informativo.
Recién han pasado dos procesos electorales y ya aparecen voces alarmistas y desautorizadas pronosticando una “tragedia social” ante la inminente reforma fiscal, que deberá asumir el nuevo gobierno del presidente Luis Abinader a partir del 16 de agosto venidero (2024-2028).
Acaso no comprenden que la ciudadanía quedó bien exhausta del prolongado proceso electoral de febrero y mayo, donde se realizaron los comicios municipales; presidenciales y congresuales, respectivamente.
Ahora es justo darle un descanso a la gente y que las autoridades orienten las acciones y medidas que demandan las circunstancias para enrumbar a la República Dominicana por senderos de paz y progreso.
Algunos de esos vocingleros de nuestra política vernácula creen que aún estamos en campaña y, por tanto, siguen haciendo exhortaciones pintando una nebulosa de desastre para el país.
En vez de reflexionar sobre las causas reales de su derrota en las elecciones que bien condujo la Junta Central Electoral (JCE), y de integrarse a las labores de limpieza de letreros, afiches y propaganda que aún están esparcidas en el territorio nacional.
¿Campaña electoral?
El discurso político partidario no tiene justificación en la presente coyuntura nacional porque ahora más que nunca es necesario convocar e integrar a los principales actores del país en una agenda común que propicie el bienestar de cada ciudadano.
La agenda que tienen por delante las autoridades y el liderazgo económico, político y social de la nación es ardua y compleja, lo cual demanda del concurso de todos los dominicanos. No podemos perder el tiempo con pronunciamientos politiqueros y oportunistas.
¿Por qué no se abocaron a introducir y aprobar una reforma fiscal profunda aquellos que gobernaron el país en los últimos veinte años?
Ellos mismos, deberían pedirle perdón al país por el desfalco del erario, sin dudas, una de las causas que genera la urgente necesidad de una efectiva y completa reforma fiscal y monetaria.
Ante la limitada capacidad de ingresos que tiene el Estado por concepto de las tributaciones de los entes productivos y en particular por la vieja práctica de evadir el pago de impuestos, se hace imperativo que la presente gestión gubernamental busque nuevas opciones de ingresos.
Las medidas a aplicarse deben estar orientadas a que sean los más pudientes quienes paguen mayores impuestos, y de ninguna manera castigar a la debilitada clase media y aquellos de exiguos ingresos.
Esos vaticinios para retroalimentar e incentivar el caos ya no tienen cabida en la sociedad dominicana actual, cuya mayoría de integrantes luchan denodadamente a través de un esfuerzo digno por encaminar su familia y el hogar.
Politiqueros viviendo de espalda al pueblo que irrespetan continuamente y se burlan de su capacidad de reflexión e inteligencia, creyéndose vanamente que podrán atraerlo con fraseología barata, carente de sentido común y fuera de orden.
Una de las medidas que el pueblo aspira alcanzar es que podamos sacar del presupuesto asignado a la JCE las partidas millonarias que reciben aquellas organizaciones que ni siquiera lograron un 2% del índice de votaciones en el reciente certamen cívico.
Es un verdadero abuso en la distribución de los recursos estatales si observamos que miles de ciudadanos luchan por alcanzar una pensión digna para su propio sustento y el de la familia.
Artículo de Manuel Díaz Aponte