
Este sábado 5 de julio, a partir de las 2:00 de la tarde, en la calle que lleva su nombre en el Barrio Restauración de San Pedro de Macorís, se rendirá homenaje a uno de los más valientes hijos del pueblo: Roberto Antonio Figueroa, conocido por todos como “Chapo”.
Roberto fue asesinado el 7 de julio de 1971 por la temida Banda Colorá, brazo violento y clandestino del régimen de Joaquín Balaguer, que persiguió y ejecutó a líderes populares, revolucionarios y trabajadores organizados.
Chapó fue dirigente del sindicato Unachocín, organización que defendía los derechos de los choferes de guaguas, y más adelante asumió la Secretaría General del Movimiento Popular Dominicano (MPD), luego del asesinato del dirigente Otto Morales, oriundo de Santiago de los Caballeros.
Antes de Otto, había estado al frente del MPD el también petromacorisano Maximiliano Gómez, el Moreno, un símbolo de la lucha revolucionaria dominicana. Gómez no salió del país voluntariamente: fue liberado como parte de un canje político luego del secuestro del coronel norteamericano Donald Crowley, llevado a cabo en 1970 por sectores revolucionarios que exigían la libertad de presos políticos. Tras el canje, Gómez fue enviado al exilio en Europa, donde fue asesinado en Bruselas, Bélgica en 1971, en circunstancias que aún levantan sospechas de intervención extranjera.
Así, San Pedro de Macorís dio al país dos figuras históricas de la lucha popular: Maximiliano Gómez y Roberto Antonio Figueroa. Ambos fueron víctimas de la represión, pero hoy siguen vivos en la conciencia del pueblo.
Este sábado 5 de julio, el único conmemorado es Roberto Antonio Figueroa, Chapó, y su gente se reunirá para rendirle tributo.
No es un acto cualquiera. Es un acto de memoria, justicia y reafirmación.
Desde El Mismo Diario punto com y La Voz del Pueblo, lo decimos claro:
A Chapó no lo mató el olvido. Lo mató el miedo del poder. Pero su vida sigue hablándonos.
Y mientras su nombre se pronuncie con respeto, su ejemplo será semilla.
Chapó vive. En la lucha. En la calle. En el pueblo que no se rinde.
POR RAFAEL DERICH