
En las últimas semanas, el Ayuntamiento Municipal de San Pedro de Macorís ha iniciado la colocación de reductores de velocidad, mejor conocidos como “policías acostados”, en varias avenidas de la ciudad. La medida busca prevenir accidentes, especialmente aquellos causados por motoristas que transitan a velocidades temerarias, como si las calles fueran pistas de carrera.
No cabe duda de que en la República Dominicana urge un mayor control del tránsito, en particular del comportamiento imprudente de muchos motociclistas que ponen en riesgo sus vidas y las de los demás. Sin embargo, aunque reconocemos la intención del cabildo de proteger a la ciudadanía, es imprescindible señalar que cualquier acción en esa dirección debe estar acompañada de planificación, estudios técnicos y advertencias claras. De lo contrario, el remedio puede ser peor que la enfermedad.
Colocar policías acostados sin una señalización previa, sin la iluminación adecuada o sin una campaña de orientación a los conductores puede, y ya ha provocado, tragedias innecesarias. La falta de previsión ha convertido una medida preventiva en una trampa mortal para quienes transitan de noche o bajo la lluvia.
Si el Ayuntamiento dispone de policías municipales, sería más efectivo establecer puntos de control en horas y lugares estratégicos, donde puedan educar y detener a los infractores. Asimismo, es urgente implementar programas de educación vial, campañas de concienciación y acciones conjuntas con la Digesett para ordenar el caos que impera en nuestras calles.
Los policías acostados pueden ser necesarios, pero nunca deben instalarse como una solución automática, ni mucho menos improvisada. La seguridad ciudadana se construye con responsabilidad, no con parches. A San Pedro de Macorís no le falta autoridad, le falta coherencia entre lo que se decide y lo que verdaderamente se ejecuta en beneficio de todos.
POR: RAFAEL DERICH